Recuerdo que mi abuelo me contaba sobre un inmenso bosque del Gran Chaco, una región de Argentina, que es llamado “El Impenetrable”. Decía que no había senderos y la única forma de avanzar era utilizando machetes para abrirse paso. Yo lo imaginaba como un lugar misterioso, hogar de duendes y seres de la noche.
Hay imaginaciones de niños y otras de mayores, el tema que contaré ahora.
Un compañero universitario que sabía sobre mis prácticas en la línea de Gurdjieff, imaginaba que había técnicas secretas, solo accesibles a los iniciados, y que yo no revelaría. Para mi sorpresa, no pude convencerlo de que no había ningún secreto.
Creer en palabras mágicas o métodos secretos está en todas las culturas.
Hay un antiguo relato sobre ese tema. Es sobre un viejo maestro y sus discípulos, un anciano gurú muy prestigioso rodeado de practicantes muy jóvenes y ansiosos por averiguar cuales eran las técnicas secretas que lo hicieron famoso en el oriente.
Aunque tenían pocos conocimientos, sabían que las prácticas al despertar eran muy importantes porque resonaban a lo largo del día.
Allí podría estar el secreto.
Entonces, un vocero del grupo le pregunta al maestro qué hacía al momento de levantarse. El anciano comprendía la intención de la pregunta y sonreía.
—Primero me lavo, después preparo el té, y luego… tomo el té.
Los jóvenes se miraron entre sí. No era la respuesta que esperaban. Aguardaron unos momentos por si el maestro agregaba algo. Finalmente, el vocero protestó: —¡Pero nosotros también hacemos lo mismo!
—No es lo mismo —dice el anciano.
—Yo me lavo, yo preparo el té, yo tomo el té.
El maestro no se refería al yo egocéntrico que usamos en la vida diaria. Trataba de explicar a su modo que estaba presente en cada acto, aquí y ahora, viviendo en el estado de presencia.
Era el resultado de una vida de práctica. No había ningún secreto.
Según Gurdjieff es el estado normal de un ser humano, o debería serlo. Pero se perdió en el lejano pasado por causas de fuerza mayor, que se insinúan en los mitos oscuros de la caída, del paraíso perdido, del tiempo del sueño, y en las leyendas de varias culturas.
Es un tema extenso que dejo para otra nota. El propósito es tratar de retornar a ese estado lúcido, saliendo del bullicio de las ideas, sentires y humores variables que son considerados perfectamente “normales” en la cultura actual.
Algunos critican esos propósitos creyendo que se trata de una “salvación” egoísta que deja de lado a los demás. Pero eso es imposible porque somos como las hojas de un enorme árbol que es la humanidad, y todos los demás heredarán lo que hagamos.
Algún día habrá una amplia carretera rumbo a la conciencia lúcida para muchos. Pero por ahora, solo se puede avanzar abriendo senderos propios en el impenetrable.
* * *